
Fotos: Miriam Soto Fernández
No me gusta el barrio de Salamanca. Me siento extraña cada vez que paseo por allí y siempre que lo hago caigo en la cuenta de mis pies. Normalmente yo no le presto especial atención a mis pies; sólo cuando se me ha olvidado cortarme las uñas durante mucho tiempo y rompo los calcetines por la punta. Pero cuando camino por esos lares me miro los zapatos. Porque siempre son más baratos o están más sucios y rotos que los de los demás. O son aptos para una estación del año que no es la que está sucediendo. El barrio Salamanca me hace darme cuenta de que soy pobre por los pies. O sea, por la existencia de mis pies.
Lo cierto es que estos barrios no me son ajenos. Mi madre es de aquí; pasó su infancia y adolescencia en un piso muy cerca del metro de Goya, en el que todavía vive mi abuela; la Yaya. Así que llevo viniendo de visita desde que era niña. Aunque de pequeña llevaba pichis de pana (¿alguien más se acuerda de esa prenda de vestir para niñas?) y puede que unos pies de persona con poco dinero mejor disimulados gracias a un par de zapatos de Los Guerrilleros. Pero nunca había venido a comer una tortilla que no fuera la de la Yaya.
Modas aristocráticas en cierto modo simpáticas
De entre todos los José Luis que hay por Madrid elijo uno que es cervecería y no restaurante, en la calle Serrano. Nos recibe Roberto, un camarero enchaquetado muy amable que nos sirve nuestros pinchos de tortilla y pronto se quita de encima el marrón de tener que contestar a las preguntas que quiero hacerle. “El que sabe más cosas de eso es mi jefe, que ahora viene.”, me dice después de sacar un pincho de tortilla extra, más grande, de la parte del centro de una tortilla que debe de ser enorme, cuando ve que queremos fotografiar a la señora de las patatas.
De la tortilla de José Luis he leído que es de las mejores de Madrid, icono de la gastronomía madrileña y sospecho que la que se comía la Muchacha Típica, a las 2 en José Luis, de la canción de Joan Manuel Serrat. Así que probarla me congratula sobremanera y pone también muy contenta a la niña pija que hay dentro de mí. Pero la tortilla de José Luis tampoco es para tanto. No sé a la familia bien del país de la que habla Serrat, pero a mí me ha resultado sólo correcta. Para mi gusto le falta alegría: un chorro más de aceite de oliva, un poco más de cariño, una patata que se ha tostado de más, un primo suyo de Cáceres que le desveló el amor, como el de la canción. Pero sí es una tortilla que te comes a gusto, que te sabe rica y no a huevo del de mentira que usan en algunos bares.

Maxi, el jefe de Roberto, me ha contado que, precisamente hoy, es su último día al mando de la Dirección General de la cadena de restaurantes José Luis y que está algo emocionado. Con gesto alegre y las maneras de quien ha sido entrenado para hablar con los medios, también me confirma una información que yo ya tenía: que ésta es la tortilla favorita del rey emérito: “una de las partes fundamentales de sus cócteles, que dábamos nosotros, era nuestra tortilla.”, me asegura. Todo alrededor de la tortilla de José Luis tiene esta cosa como aristocrática, clasista y que me hace acordarme de mis zapatos. Las personas que entran al bar mientras yo me como mi pincho y hablo con Maxi están muy bien peinadas, tienen las patillas perfectamente recortadas o llevan consigo unas raquetas de pádel. Y todas han pedido un pincho de tortilla. La tortilla era de izquierdas y del Atlético en Carabanchel; en Salamanca es de derechas y monárquica.
He venido al José Luis de la calle Serrano un 20 de noviembre. Como consecuencia, después de comer tortilla y beber un vino blanco Verdejo muy bueno (de las bodegas propias del restaurante) me he visto -ya de camino a coger el metro de vuelta a mi barrio- paseando entre una multitud de todas las edades cantando el Cara al Sol y/o gritando «Viva Cristo Rey» en la puerta de la iglesia de San Francisco de Borja. Es el aniversario de la muerte de Franco y se acaba de celebrar una misa en recuerdo de su persona. Es 2018 y tengo miedo.

Le he preguntado a Maxi con qué cosas importantes de la vida compararía él una buena tortilla y me ha contestado que “con una buena señora, con un buen ambiente y con un buen vino.”
He puesto, sin querer, cara de que no lo entiendo. Y él ha querido explicarlo diferente pero ha dicho otra vez lo mismo.
José Luis está en la Calle Serrano, número 89. En Salamanca, Madrid.